miércoles, 12 de junio de 2013

Visionario hombre de negocios y filántropo, pilar en el renacimiento global del judaísmo

El hombre de negocios y filántropo internacional Sami Rohr, cuyo cálido corazón, visión de futuro y éxito financiero le posibilitaron financiar distintos centros comunitarios judíos a través de todo el planeta y sentaron la base del renacimiento del judaísmo en la ex Unión Soviética, falleció en Miami de una insuficiencia cardíaca. Tenía 86 años. Se movía muy cómodamente en las salas culturales de Europa Oriental y Occidental, América Latina y los EEUU; Sami Rohr fue un gigante intelectual. Fue una persona muy entendida en el estudio de la Torá y en la literatura, era capaz de recitar de memoria exégesis rabínicas junto con poesía en seis idiomas diferentes. Esta misma capacidad la desarrolló en los negocios. Tras emerger de una Europa devastada por la guerra construyó un imperio de bienes raíces en Bogotá, Colombia, su hogar adoptivo; para continuar más tarde realizando inversiones pioneras en Europa Oriental. Aun así, y a pesar de sus extraordinarios logros y su distinguido linaje, siempre conservó la humildad y la sencillez; era una persona sumamente accesible tanto para los ricos como para los pobres. Tuvo siempre mucho cuidado en consagrar más de un diezmo de sus sustanciales ingresos para la caridad y les enseñó a sus hijos a preocuparse siempre por el bienestar material y emocional de los demás. “Antes de mi Bar Mitzvá, mi padre me dijo que me sentara a su lado y me dijo que Dios confiere éxito material para que se pueda ayudar a los demás, y que la única forma en que las familias judías acaudaladas han logrado mantener sus posesiones ha sido cumpliendo con el mandato de la Torá de separar un diezmo de sus ingresos”, dijo Rohr en una entrevista realizada en 2006. “Antes del Bar Mitzvá de mi hijo George, le dije lo mismo; a mis nietos, también les dijeron lo mismo, y rezo para que todos mis descendientes siempre cumplan con este precepto”. Sami Rohr fue uno de los primeros contribuyentes del Estado de Israel y durante su vida realizó donaciones para muchísimas causas judías. En la década del setenta, se acercó a la obra de Jabad Lubavitch y en las décadas posteriores su obra filantrópica y su guía pusieron las semillas para el desarrollo de las actividades del renacimiento judío en cientos de comunidades a través del planeta, desde Miami hasta Moscú y desde Mumbay hasta Basilea, la ciudad suiza en la que se refugió tras escaparse de la masacre nazi en la Segunda Guerra Mundial. Estas comunidades contaron con su continuo apoyo financiero. Tan abarcadora y difundida es la entrega de su familia, que hoy en día son contadas las áreas del renacimiento judío que pueden decir que no cuentan, por lo menos, con algún tipo de apoyo de la familia Rohr (El sitio de web judío de Chabad.org fue patrocinado por su hija Lilian y su yerno Moshe Tabacinic). “Él consagró su vida y se aseguró de que el judaísmo prosperara en el futuro”, dijo el Rabino Shalom B. Lipskar, rabino de la familia Rohr y líder espiritual de The Shul, la innovadora sinagoga y centro comunitario de Lubavitch en Bal Harbour, Florida, fundada con el apoyo de Rohr, y que creció con su ayuda, y de la cual fue miembro y asesor práctico. “Él hablaba poco y hacía mucho, incluso, les infundía a sus críticas una gran dosis de bondad y de amor, y siempre las hacía con la intención de que todo mejorara. Sami Rohr nació en 1926 y pasó su infancia en Berlín. Fue producto de los abnegados e intransigentes ideales de sus padres, Oskar y Perla Rohr. Su padre, descendiente de una distinguida familia, era un exitoso inversor en bienes raíces que, además, se dedicó a temas comunitarios de la sociedad judía de la Berlín de antes de la guerra. El activismo de su madre en organizaciones sionistas, también, dejó una impresión imborrable en él durante los años de su formación. Durante los primeros años escolares, asistió al prestigio Gymnasium de Adath Israel, que era una institución que seguía el enfoque de Torá im derej eretz del legendario Rabí Samson Rafael Hirsch. En ella, se integraba un excelente nivel en los estudios generales con un riguroso currículum judío. Durante los episodios violentos de principios de la década del treinta en Alemania, Rohr continuó concentrado en sus estudios consiguiendo el dominio de varios idiomas, estudiando a fondo el Talmud y disfrutando de la literatura clásica en idish, alemán y ruso. Sin darse por satisfechos con su avanzado currículum del Gymnasium, sus padres también suplementaron su educación con un tutor privado: un rabino que intensificó sus estudios judíos. Al empeorar la situación política, el tutor rabínico de Rohr, que era un hombre con larga barba, se vio forzado a dejar de ir a la casa del muchacho a causa de los golpes que los alemanes les asestaban a los judíos en la calle; entonces, el adolescente empezó a ir a pie todas las noches a la casa de su maestro. Tratando de no alarmar a su hijo único, a quien esperaba poder resguardar del odio en ascenso hacia los judíos, Oskar Rohr, percibiendo perfectamente bien adónde soplaban los vientos políticos, en silencio fue vendiendo parte de sus extensas propiedades en Berlín y enviando al extranjero el dinero obtenido de las ventas. También, adquirió visas belgas para su familia. El 9 de noviembre de 1938 fue la noche de Kristallnacht, y las noticias de los arrestos, los golpes, las quemas y los saqueos llegaron a oídos del aplicado adolescente de 12 años. Trece días después de que el fuego destruyera innumerables sinagogas y negocios de propietarios judíos, los miembros de la familia Rohr partieron rumbo a Bélgica. Como era de esperar, Oskar y Perla Rohr de inmediato anotaron a su hijo en una avanzada escuela en Antwerp y contrataron a un rabino para que le diera clases adicionales de judaísmo. Volverían a hacer lo mismo después de mudarse a Lyon, en la aún no ocupada Francia, tras la invasión nazi a Bélgica. En 1943, se acabó el tiempo para los judíos en Lyon, y esta vez la familia Rohr se dirigió rumbo a Suiza. Los trenes eran demasiado peligrosos, pues la policía francesa a menudo arrestaba a los judíos y los entregaba a los alemanes. Por eso, Oskar Rohr hizo arreglos para que el chofer de un camión que distribuía periódicos transportara a la familia a la frontera. Los tres se ocultaron durante horas enteras en el camión, acostados sin moverse bajo pilas de periódicos hasta que por fin un grupo de contrabandistas profesionales de refugiados los acompañaron durante una caminata de dos horas, en la que cruzaron los bosques rumbo a Suiza. El Sr Sami Rohr, 1926-2012 Inmediatamente después de su arribo, Oskar y Perla Rohr fueron conducidos a un campamento de refugiados adultos en Morgin, mientras que su hijo fue llevado a un hogar juvenil situado en Langenbrook, cerca de Basilea. Al enterarse de que en el kinderheim de Langenbrook había jóvenes judíos, los miembros de la comunidad judía suiza se dirigieron allí y retornaron a casa con niños y jóvenes refugiados que de inmediato fueron “adoptados” por familias locales. El adolescente Sami Rohr fue recibido con los brazos abiertos en el hogar de Shlomo Zalman y Recha Feldinger. “Para nuestros padres, él era como su propio hijo”, dijo Gabriel Feldinger, quien tenía siete años cuando Rohr llegó a Suiza, en la inauguración del mes de Abril del Feldinger Chabad Jewish Center, proyecto fundado por Rohr. Esta fue la última inauguración de un centro comunitario a la que asistió el filántropo en el extranjero. Dicha ocasión marcó su primera visita a Basilea, tras 67 años, en ocasión de inaugurarse la primera sinagoga de la ciudad desde 1929. “Cuando llegó a Basilea como refugiado”, relató Feldinger, mi padre le preguntó que edad tenía. Él respondió, “17”. Entonces, mi padre le dijo “Mi hijo mayor tiene 14, así que a partir de ahora tú eres mi hijo mayor. Todos los demás córranse una silla más atrás”, e hizo que se sentara a la mesa al lado de él. Una lección de cómo manejar el tiempo La familia Feldinger se ocupó con tanto esmero del joven refugiado que durante los dos años y medio que el joven vivió en ese hogar lo llevaron todas las vacaciones a Morgin para que pudiera visitar a sus padres. Dado que ellos enviaban a sus hijos a una escuela de comercio y Rohr quería anotarse en un Gymnasium para completar su matriculación suiza, el Sr. y la Sra. Feldinger consultaron el tema con el rabino de la comunidad, Rabi Dow Shojet, que era un destacado sabio de la Torá y poseía una extraordinaria facultad de liderazgo. Al percibir la capacidad intelectual, Shojet dejó que Rohr se anotara en el prestigioso Mathematisch-Naturwissenschaftlisches Gymnasium, pero con la condición de que estableciera el firme compromiso de que adheriría a un riguroso programa diario, que el rabino le prescribiera, de estudio de la Torá. El adolescente emprendió, así, dos cursos de estudio full-time en forma simultánea. Años más tarde, Rohr contó que una vez el rabino le preguntó por qué en Shabat no asistía como los demás días a la lección de Salmos que daba a las 6.30 de la mañana. “Por fin tengo un día en la semana en que puedo dormir”, respondió el joven Rohr. “¿Tienes por fin un día en la semana en el que puedes estudiar los Salmos y te quedas durmiendo?”, lo reprendió cariñosamente el rabino. Esta lección complementó la crianza y la natural disciplina de Rohr. Hasta su último día de vida, se levantó a la madrugada y durmió muy poco pregonando las muchas tareas que tenía por delante en relación con el tiempo relativamente breve que tenía para llevarlas a cabo. Distintos líderes de organizaciones que se beneficiaron de las numerosas subvenciones de Rohr cuentan que les dejaba mensajes a las 2 a. m. preguntándoles sobre cierto aspecto de alguna propuesta o un informe que había recibido. “Cada aspecto de su vida tenía un significado específico y un sentido de propósito”, dijo Lipskar. “Él solía repetir lo importante que es el orden para la vida y para servir a Dios”. Tras la Segunda Guerra Mundial, Rohr se reunió con sus padres y residió en París. Su abuelo y casi todos sus tíos y tías perecieron en el Holocausto. Dichas pérdidas reforzaron su decisión y compromiso de preservar al pueblo judío, especialmente a través de la celebración de la práctica y la erudición judías. En 1950, con el inicio de la Guerra de Corea, Oskar Rohr temió que el conflicto escalara hasta transformarse en otra guerra mundial y envió a su hijo a que se pusiera a trabajar por cuenta propia en Bogotá, donde la tía de Rohr había establecido su hogar tras huir de Europa. Si bien en un principio Sami Rohr había pensado en quedarse en Bogotá solamente por poco tiempo, finalmente acabó viviendo allí un cuarto de siglo, tiempo durante el que construyó casi sin ayuda toda la sección occidental de la ciudad, al tiempo que transformó la comunidad judía local en tal grado, que nunca volvería a ser la misma de antes. “El único contacto que tuve con jasídicos por ese entonces fue con muchos de los rabinos de todas las instituciones que venían del extranjero a recaudar fondos en Bogotá”, rememoró Rohr en un discurso dado en el gran banquete de la Conferencia Internacional de Emisarios de Jabad-Lubavitch en 2006. “Si bien el nivel de observancia del judaísmo todavía era bastante bajo, los judíos de Bogotá siempre fueron personas excelentes. La unidad en la comunidad era enorme”. “La comunidad siempre mantuvo a sus pobres con gran dignidad”, prosiguió con orgullo. “Cuando Israel necesitó una vez fondos de emergencia, la comunidad judía de Colombia fue la mayor contribuidora per cápita en el mundo entero, incluso, más que la famosa generosidad de los judíos de Sudáfrica”. En Santiago de Chile, en 1952, Rohr conoció a Charlotte Kastner, de origen checoslovaco e hija de un líder de la comunidad jasídica de Belz, cuyos padres habían sido asesinados en Auschwitz. Se casaron en Buenos Aires, Argentina, un año más tarde. En la década siguiente, se transformaron en padres de un hijo, George, y de dos hijas, Evelyn y Lillian. En un medio y en una época en los que la observancia judía estaba en decadencia, la principal prioridad de la pareja Rohr era la educación de sus hijos, tanto en el riguroso sentido académico como en el profundo interés y la responsabilidad que la familia sentía por el pueblo judío en su totalidad. Al igual que Oscar Rohr en el pasado, ellos les enseñaron a sus hijos a dar con generosidad y considerar siempre que el primer diez por ciento de los ingresos le pertenecía a la comunidad y sería destinado a esfuerzos comunales. Sami Rohr dirigió durante ocho años con gran esfuerzo la construcción de la magnífica sinagoga Adath Israel de Bogotá. A través de sus significativas contribuciones a la United Jewish Appeal, se volvió famoso ante un sinnúmero de líderes del estado israelí. Rohr participó en forma especialmente activa en los esfuerzos del Ministro Pinjas Sapir, una fuerza central en la obra de industrialización del árido país. “Imagínense una casa privada en la década del sesenta en Sudamérica en la que se divisa una suká en el patio con gente disfrutando de la comida y los lejaims y los cantos”, dijo Daniele Gorlin Lassner, una amiga muy cercana de la familia, que conoció a Charlotte en 1963 en una carnicería de Bogotá. “Toda clase de gente no judía miraba hacia adentro, y aun así ellos celebraban su idishkeit con gran orgullo”. Rabí Zalman Wishedski, Gabriel Feldinger, Rabí Moshe Kotlarsky, el filántropo Sami Rohr, y el Embajador israelí interino, Shalom Cohen, cortan la cinta ceremonial fuera del nuevo Feldinger Chabad Jewish Center en Basilea, Suiza. (Foto: Meir Dahan). Crecimiento exponencial El encuentro que mantuvo a mediados de la década del setenta con el Rabino de origen alemán Efraim Wolff, quien por esa época supervisaba gran parte de las operaciones de Israel de Jabad-Lubavitch, le abrió los ojos al mundo de Jabad-Lubavitch y a su líder, el Rebe Rabi Menajem M. Schneerson, de bendita memoria. “Entre los rabinos que visitaron la ciudad de Bogotá, también hubo rabinos de Lubavitch”, le contó Rohr a los presentes en el banquete de 2006. Dios había sido muy bueno conmigo. Tenía una gran empresa. En mi empresa, había varios abogados, arquitectos e ingenieros judíos, y cada vez que venía un rabino, yo le indicaba en cuáles oficinas podía encontrar a alguien judío. “Cada uno de ellos entregó sin muchas ganas los $18, pero fueron ellos, los jóvenes profesionales, los que me alertaron de que los emisarios de Lubavitch eran otra cosa”, prosiguió. “Los Lubavitch querían saber si ellos estaban casados y si tenían hijos querían ponerles los tefilín, [cajas negras con que se reza]. No venían solamente por el dinero. “Y cada vez que venía alguien de Lubavitch, yo le daba una contribución más grande que lo corriente y poco a poco me fui interesando más y más por Lubavitch”. Rohr, que como hombre de negocios mantenía un régimen diario de estudios judíos, comenzó a explorar las cartas de Rabí Schneur Zalman de Liadi, el fundador de Jabad-Lubavitch, quien vivió en el siglo XVIII y quedó profundamente impresionado con el increíble interés que el Rebe de Lubavitch sentía por cada individuo, con su previsión y con su liderazgo, con los cuales inspiraba a miles de jóvenes a que consagraran sus vidas a ayudar a los demás en las regiones más remotas del mundo. “Los esfuerzos del Rebe fueron el más grande milagro que hubo en el panorama judío en el último siglo”, dijo en 2006. “No ha surgido nada tan grande como lo que ha organizado el Rebe”. Cuando Rohr y el Rabino de Bogotá, Alfredo Goldschmidt, buscaron ayuda adicional para acercar y educar a la comunidad judía local, el primero sugirió que la comunidad pidiera que Lubavitch enviara una pareja de emisarios a Bogotá. Por intermedio de Rabí Moshe Kotlarsky, hoy en día vicepresidente de Merkaz LeInianei Jinuj, que es la sección educativa de Jabad-Lubavtich, Rohr pidió y recibió el consentimiento del Rebe para enviar emisarios a la comunidad. Al poco tiempo, llegaron a la ciudad Rabí Yehoshua y Rivka Rosenfeld. “Esto es muy triste para todos nosotros”, dijo Rosenfeld con respecto al fallecimiento de Rohr. “Él fue el líder más grande de la presente generación en cuanto a la caridad. Pero no se trataba solamente de cuánto daba, sino de la forma en que daba y de la manera en que se aseguraba de que fuera usado del mejor modo posible”. Los Rosenfeld rápidamente se granjearon el cariño de toda la comunidad y Rohr, profundamente emocionado por la dedicación, el entusiasmo y el enorme éxito de la joven y enérgica pareja, rápidamente emprendió la búsqueda de otra pareja que oficiara en Barranquilla, que es una comunidad más pequeña situada en la costa caribe de Colombia. “Cuando llegamos por primera vez, él nos pagó cada centavo del presupuesto”, cuenta Rosenfeld. “Él hacía una donación y después te daba las gracias por haberle dado la oportunidad de dar”. La generosidad de Rohr aumentó en forma exponencial después de que él y su mujer se mudaron a Miami a fines de la década del setenta. Su visión de futuro y sus vivencias en Colombia le permitieron identificar una potencial receta para el renacimiento de la vida comunitaria judía en otras partes del mundo. Poco después de la caída de la Cortina de Hierro, Rohr comenzó a invertir en Europa Oriental y con su hijo George, fundador de la empresa NCH Capital y socio coadministrativo, comenzaron a invertir en los mercados embrionarios de la ex Unión Soviética. En forma simultánea, empezaron a invertir filantrópicamente en la comunidad judía a fin de contrarrestar el congelamiento de vida judía durante setenta años que había ocasionado el régimen comunista. Estando en Riga, Rohr se contactó con la oficina del Rebe de Nueva York para preguntarle si podía tener la amabilidad de patrocinar una pareja de emisarios full-time para esa ciudad. Muy pronto se agregarían a la lista otros tantos países y ciudades. Teniendo en cuenta las contribuciones de sus hijos, que muchas veces actuaban también como sus socios filantrópicos, en las últimas décadas de su vida, Rohr presidió un asombrosamente vasto y variado dominio filantrópico que catalizaba un renacimiento judío en distintas comunidades de todo el mundo, principalmente, a través de la red de emisarios de Jabad-Lubavitch. Entre otros frentes filantrópicos, Rohr se hizo cargo del proyecto de preservación de la literatura en idioma idish a través del National Yiddish Book Center. Con el fin de honrar la pasión de toda una vida por la literatura judía, en la ocasión de su 80.o cumpleaños, sus hijos pusieron en marcha el prestigioso Premio Sami Rohr de Literatura Judía, bajo los auspicios del Jewish Book Council de Nueva York. Sami Rohr patrocinó con gran generosidad la Talmudic University en Miami y proporcionó fondos de trascendental importancia que han posibilitado que los editores de la Enciclopedia Talmúdica que viven en Israel pudieran acelerar drásticamente su ambicioso programa de publicación. Sami Rohr recibe el más grande honor, el de sandak, en la circuncisión de su bisnieto Abraham Tzvi Sragowicz en The Shul de Bal Harbour en Surfside, Florida, en el año 2009. La familia, a pesar de su gran generosidad, siempre se sintió incómoda cada vez que su nombre figuraba en primer plano. Tanto Sami como Charlotte Rohr, quien falleció a los 78 años en 2007, vivieron una vida relativamente simple. El eterno optimista, Sami Rohr ayudó a todos con los que tenía trato a ver el lado positivo de las cosas. En las situaciones en las que no podía darle a la gente todo lo que necesitaba, siempre se aseguraba de que se fueran de su oficina contentos, infundiéndoles el optimismo que lo caracterizó toda su vida. Al enfrentarse con la adversidad, se cuenta que solía afirmar: “Sobreviví a Hitler. Sobreviví la era de Stalin. También voy a sobrevivir a esto”. En una entrevista con Lubavitch International en 2006, Rohr reflexionó acerca de sus estudios sobre las tendencias judías en el pasado y en el presente, afirmando que, a pesar de los desafíos modernos de la asimilación, “nunca antes en la historia hubo tantos judíos que estudiaran la Torá como hay hoy”. Se enorgullecía especialmente del renacimiento de la vida judía en Alemania, tendencia en la cual jugó un papel de importancia, pues la veía como el repudio más perdurable de los malvados planes de Hitler. “Cuando hoy en día veo, por ejemplo, que en una antigua sinagoga de Dresden, los judíos, bajo el liderazgo de Rabí Shneir Havlin, el emisario de Lubavitch, nuevamente están rezando, mi corazón se pone a latir más velozmente”, dijo. Contemplando el futuro, afirmó que su visión “es una nación de judíos con fuerte educación judía, que cumplen con los preceptos y, además, son económicamente autosuficientes”. Para ayudar a hacer realidad esa visión, Rohr desarrolló una forma de encarar la caridad que trataba de maximizar la devolución de cada dólar que se gastó. Cientos de instituciones de todo el mundo adjudican gran parte de su éxito no solo al patrocinio directo de la familia Rohr, sino también a los sabios consejos recibidos y las subvenciones bien estructuradas para ayudar a cumplir con las metas financieras. Pero debido a que siempre evitó la primera plana, nadie sabía mucho de la filantropía de su familia, más allá de aquellos que absolutamente necesitaban saber, El verdadero alcance de la caridad de Rohr aún se desconoce y tal vez nunca llegue a revelarse. “Cuando se escriba la historia del judaísmo de los siglos XX y XXI”, dijo Kotlarsky, quien pasó innumerables horas junto a Rohr analizando las necesidades judías globales, “Sami y Charlotte Rohr y toda su familia serán reconocidos como fuerzas fundamentales del renacimiento judío en muchísimos países, ciudades y pueblos en todo el mundo. Su incesante generosidad y dedicación a su pueblo han posibilitado que innumerables individuos, familias y comunidades enteras se reidentificaran con la fe y fortalecieran la observancia judía”. Sami Rohr (segundo desde la izquierda) posa junto a sus hijas (desde la izquierda) Evelyn Katz y Lillian Tabacinic, y su hijo George, en The Shul, en Surfside, Florida. Le sobreviven su hijo George, en Nueva York; sus hijas Evelyn Katz y Lillian Tabacinic, en Bal Harbour, Florida; nietos y bisnietos; así como millones de judíos en todo el planeta de cuyas vidas se ocupó y a los que les llegó al alma. Su sepultura tuvo lugar en el Monte de los Olivos de Jerusalem, donde fue enterrado junto a sus padres y a su amada esposa, Charlotte.